Un paciente crónico que necesite las vacunas contra el neumococo o la difteria si no tiene suficiente real en el bolsillo, no puede protegerse de las bacterias. Hasta 100 dólares le pueden pedir por traerlas del exterior y si va a una jornada organizada por alguna farmacia, lo mínimo que paga son Bs. 600.000, con el riesgo de que las dosis no estén certificadas o quizá puedan haber perdido su efectividad por la mala conservación durante el viaje.
Según el epidemiólogo Alejandro Rísquez, actualmente hay disponibilidad de vacunas en los centros de atención del sector público, pero están limitando el acceso, y hasta dan un número. “Pero hasta donde sé no están preparados para atender en jornadas, donde se hacen largas colas. La gente tiene que esperar mucho tiempo para que la vacunen, como está sucediendo en Valencia, con el tema de la difteria”.
En la atención privada donde se atiende un volumen pequeño de pacientes, dijo, no hay dosis de neumococo ni para prevenir el tétano o la difteria.
“Programa nacional de inmunización invita a todos los niños a colocarse la [vacuna] del rotavirus y neumococo. Ahora, en ninguna parte se consigue. Con las otras del esquema, como la pentavalente, hay fallas en momentos. Por eso creemos que es importante una voz campante oficial que informe, dé respuestas efectivas y baje la presión en la población que está alarmada. Pero esa información no está llegando. El Ministerio de Salud debe dar respuestas, pues la mayoría de los laboratorios han dejado de traer las vacunas y si se consiguen, es en moneda extranjera y a precios muy altos, para unos productos que están regulados”.
Esta situación lleva a la desesperación de los pacientes que van a la frontera con Colombia a comprar las vacunas y se las traen sin saber cómo es la cadena de conservación de ese material biológico.
También ocurre que hay farmacias que hacen jornadas especiales, “y la pregunta que me hago es de dónde sacan esas vacunas. Por eso la gente debe revisar lo que le están colocando y si está certificado. Estamos en una situación extremadamente compleja, porque las soluciones naturales a todo este problema han sido cortadas”.
La misma observación hizo el doctor José Félix Oletta, de la Alianza Venezolana por la Salud, quien desconoció la forma de entrada de estos productos biológicos al país. “Deben ser autorizados por el Ministerio para la Salud, de lo contrario no se pueden importar y menos para la venta. Las vacunas eran traídas por los laboratorios, pero ahora estamos viendo un caos regulatorio que inicia con el tema de los medicamentos esenciales, entre los cuales están las vacunas”.
Destacó que hasta donde se sepa las resoluciones conjuntas del Ministerio de Producción y Comercio y Salud y Desarrollo Social, que regulan el precio de venta de medicamentos esenciales de 2003 y 2005 —la primera de ellas incluyó 1161 presentaciones farmacéuticas y la segunda agregó 39 nuevas presentaciones— no han sido derogadas.
“Lo que estamos viendo ahora es que estos productos tienen una alta demanda, se están ofreciendo al público a altos costos y en dólares. Simplemente se liberaron los precios y eso está pasando con los antibióticos y los analgésicos, que están dolarizados”, advirtió.
Ejemplificó que en Estados Unidos, una vacuna cuesta 120 dólares y para traerla al país hay que sumarle el costo de envío. “Ahora hay que ver quiénes son los que tienen ese privilegio y que gocen del permiso de importación. Ya Arias Cárdenas en el Zulia, y Vielma Mora en Táchira, lo tenían y podían importar medicinas. Ante la escasez, la gente paga cualquier cantidad, la lista de pacientes es enorme”.
En estos momentos no hay vacunas contra la influenza, que se consigue en sus dos presentaciones: niños y adultos; rotavirus, fiebre amarilla.
Los usuarios refieren que deben tener mínimo Bs. 500.000 para vacunar a un niño.
De hecho, los laboratorios privados donde llegan por cuentagotas todos los días tienen una demanda de pacientes nada normal.
“Ya recorrí tres consultorios y en ninguna consigo la Neumococo”, contó Rosa Márquez, quien dijo que la necesita para su papá de 78 años.
Fuente: Crónica Uno