Arnaldo Rojas/Funcamama

A propósito que el 26 de marzo se conmemora el Día Mundial de Prevención del Cáncer de Cuello Uterino, recordamos la sorprendente historia de Henrietta Lacks. no sólo porque es una historia de vida después de la vida, asociada a esta patología, sino porque marcó el inicio de un gran avance en la biotecnología.

Todo empezó el 1º de febrero de 1951, cuando Henrietta Lacks, una humilde mujer afronorteamericana, fue llevada al hospital John Hopkins, de EE.UU. “Nunca había visto algo similar, ni lo he vuelto a ver jamás”, declaró a la prensa, en 1997, Howard Jones, el ginecólogo que la examinó en aquel entonces.

“Su historia era muy simple: había estado sangrando entre menstruaciones y tenía dolor abdominal, lo que no necesariamente es señal de cáncer”, recuerda el doctor. “Cuando examiné el cérvix me sorprendí, pues no era un tumor normal. Era púrpura y sangraba muy fácilmente al tocarlo”.

El tumor no respondió bien al tratamiento y Henrietta Lacks murió de cáncer cervical en octubre de 1951, cuando tenía apenas 31 años de edad. Su familia la enterró y pudo haber sido un caso más entre muchos otros que pasan al anonimato. . Sin embargo, las células de parte de su tumor fueron retenidas en la unidad de cáncer del hospital por iniciativa del Dr. George Gey, quien había descubierto que éstas podían cultivarse en el laboratorio indefinidamente. Era lo que había buscado por tantos años.

Gey tenía su laboratorio cerca de la casa de Henrietta y su ambición era librar al mundo del cáncer. Estaba convencido de que encontraría la clave para hacerlo dentro de las células humanas. Durante 30 años había estado tratando de cultivar células de cáncer en el laboratorio. Para ello mezclaba tejidos cancerosos con sangre de corazones de gallinas vivas, con la esperanza de que esas células enfermas vivieran y se reprodujeran para poder estudiarlas fuera del cuerpo. Pero siempre morían.

Decidió probar con las células de Henrietta, hasta les dio un nombre: la línea celular HeLa, por las dos iniciales del nombre y apellido de Henrietta Lack. En cuestión de horas, las HeLa se multiplicaban prolíficamente. Era increíble: se reproducían una generación entera en 24 horas, y nunca dejaban de hacerlo.

Fueron las primeras células humanas inmortales que crecieron en un laboratorio. De hecho, han vivido más tiempo fuera que dentro del cuerpo de Henrietta. Por primera vez cualquier cosa podía probarse en células humanas vivas.

Estas células no sólo permitieron el desarrollo de una vacuna contra el polio e incontables tratamientos médicos sino que hasta viajaron al espacio exterior en las primeras misiones espaciales. Las células de Henrietta Lacks revolucionaron la ciencia médica, han salvado y siguen salvando millones de vidas en el mundo y ella se convirtió en una heroína científica.