Hace no tanto, el periódico El Nacional de Caracas publicaba una información con el titular “Donaciones en el país disminuyeron a cero en 2017“. Transmitía una realidad angustiosa para los cerca de 6.500 enfermos que están esperando un órgano en Venezuela. El índice de donaciones, previamente bastante bajo, de 4-5 por millón de habitantes (recordemos que en España es del 43,8), este año es de prácticamente cero.

Rafael Matesanz, fundador de la Organización Nacional de Trasplantes, explica que Ello no significa obviamente que los venezolanos sean ahora menos generosos que antes. Esto no funciona así. La ONTV (Organización Nacional de Trasplantes de Venezuela) era la organización no gubernamental encargada de la donación y distribución de órganos hasta hace unos años, en que el Gobierno asumió este papel.

Esta organización ha hecho público un comunicado coincidiendo con la celebración del Día del Donante en el que corrobora, apoyada en las organizaciones de pacientes y con un lenguaje apartado de cualquier posicionamiento político, que la actividad de obtención de órganos y trasplante de donante fallecido está suspendida desde principios de año en todos los hospitales. Ello es consecuencia del deterioro generalizado de los mismos, con graves consecuencias sanitarias de todo tipo pero que en este tema se traduce en cero donaciones.

Mientras tanto, el trasplante de vivo encuentra grandes dificultades por similares motivos, a los que se suma la carencia de medicamentos inmunosupresores contra el rechazo, indispensables para hacer estas intervenciones y que solo son importados a cuentagotas y de forma irregular, algo incompatible con lo que necesitan estos enfermos.

A ello hay que añadir la tremenda angustia de los pacientes ya trasplantados hace tiempo, que dependen para seguir viviendo de inmunosupresores que simplemente no llegan a las farmacias ni a los hospitales. Sus únicas vías de escape son adquirirlos en el mercado negro a precios abusivos, recurrir a algún familiar emigrado al extranjero o desplazarse puntual o definitivamente a Colombia u otro país del entorno.

También la ONTV ha hecho público otro comunicado centrado en este asunto, refrendado por otro más de la Sociedad Venezolana de Nefrología, que expone el riesgo cierto de pérdida del trasplante por rechazo y fallecimiento de los enfermos ante la imposibilidad de garantizar el suministro de unos medicamentos que han de tomar de por vida.

El drama se hace aún más patente cuando al relato de estos hechos se le pone nombre y apellidos. En España recibimos desde hace tiempo algunos de estos llamamientos desesperados de venezolanos con lazos familiares con España en estas situaciones, y lo propio refieren los responsables de trasplantes de otros países latinoamericanos que asisten horrorizados al deterioro de un sistema de trasplantes que en tiempos llegó a ser uno de los más prestigiados de la zona, con centros punteros en Caracas y Maracaibo.

Venezuela fue hasta hace unos años uno de los países más activos en las reuniones y demás actividades de la Red/Consejo Iberoamericano de Donación y Trasplante (RCIDT), un foro presidido por España donde están representados los responsables de trasplantes de todos los países de habla española y portuguesa.

Cuando la ONTV quedó relegada a un segundo plano comenzaron a asistir delegados sin ninguna formación en la materia, con aspecto y actitud similares a los de los países del Este en la Europa previa a la caída del muro de Berlín. Después, ni eso. Venezuela dejó de estar representada en este y otros foros a diferencia de otros países de los llamados bolivarianos que participan muy activamente. El deterioro de la situación ha ido en paralelo.

Alguien puede decir que en un contexto generalizado de dificultades sociales, poco importa un sector tan reducido como los trasplantes. Muchos o pocos, son vidas humanas y mucho sufrimiento en un país irónicamente situado sobre un lago de petróleo.

Fuente: Efe